jueves, 20 de octubre de 2011

Artículo de La Vanguardia

El victimismo de Bojan por Joan Golobart.

Me impresionó el otro día el programa de Albert Om con Bojan Krkic como protagonista, porque mi mente tuvo la suficiente serenidad como para no entrar en un juicio de los personajes que aparecían o de los que se hablaba y me dejé llevar por la necesidad de entenderlos. Seguramente el programa da para varios artículos y el presentador tuvo la habilidad de hilvanarlos en un corto espacio de tiempo. ¿Cómo se puede ser joven y millonario y convivir con la sensación de fracaso? ¿Cómo son la vida y las sensaciones de los padres y madres de chavales dedicados a una edad temprana a una actividad que los sitúa irremediablemente en la admiración o en la crítica?

Muchas podrían ser las preguntas, pero nos interesan más las reflexiones sobre las actitudes de los auténticos protagonistas del programa, que fueron dos: Bojan Krkic y Pep Guardiola.

Reflexiones que deben permanecer alejadas de las valoraciones personales y puede ser interesante abordarlas.

Un análisis frívolo podría situar al entrenador azulgrana en la picota, entendiendo que pudo tener un comportamiento poco humano respecto a un chaval que formó parte de esa Masia tan admirada. El gurú culé era el responsable, mediante la injusticia y la poca sensibilidad, del dolor de un canterano, máximo goleador de la historia del fútbol base y una gran promesa. Pero ¿sabemos realmente cuál debe ser el papel de un entrenador y hasta dónde puede llegar un hombre que ejerza ese papel? Creo tener bien clara la respuesta a estas preguntas. Entre otras razones, porque si alguien quiere definirme en una sola frase no se equivocaría si dijera: "El hombre que siempre soñó con ser entrenador y que nunca se atrevió".

A un entrenador lo escoge un presidente o una junta para un cometido bien claro y único, diría yo: tratar de obtener aquellos objetivos razonables que pueda conseguir el club. Si cumple estas expectativas se hará eterno en el cargo, lo cual nunca sucede; si está por debajo sus días estarán contados. No lo nombra para que haga amigos, ni entre sus jugadores ni con los periodistas. ¿Y para obtener esos objetivos es indispensable que constantemente esté motivando a sus jugadores? Puede parecer que sí, pero es que no. Ser el motor de la motivación, y más si se trata de un colectivo de personas privilegiadas a las que la vida ha otorgado un don por el que son idolatrados desde temprana edad, puede ser la tarea más agotadora del mundo. Y un entrenador que caiga en el agotamiento no sirve ni para llevar el agua milagrosa. El entrenador está obligado a motivar, pero también a ser eficaz con sus energías. Y por tanto debe ser muy cuidadoso en no emplear energía en tareas que no tengan un fruto futuro. Quizás eso es lo que no ha sabido entender Bojan, por su juventud y por una carrera meteórica y merecida pero que no pasó por la frustración en ningún momento. Y una vez llegada esta, recurrió al victimismo, en vez de enfrentarse a sus miserias. Reacción más que comprensible y en la que habríamos caído la mayoría en su situación. Guardiola tenía tanto derecho a perder la confianza en Bojan como él a aspirar a un puesto de titular.

Los jugadores deben entender que el personaje más frágil del fútbol es el entrenador. Incluso más que los árbitros, que aunque pueden ser insultados y discutidos nunca son despedidos. Jamás he visto en el banquillo a un jugador que no tuviera alguna razón para estar allí. Sí que he visto a alguno que, ante cierta falta de compromiso, ya sea por desánimo o dejadez, fue utilizado por el entrenador para lanzar algún mensaje al resto de los jugadores. Juzgar a un entrenador es el mayor error que puede cometer un jugador. Lo inteligente es trabajar para que ese esfuerzo represente una motivación para tu entrenador.

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